No es necesario iniciar este texto detallando la evolución de Twitter en los últimos años. Los cambios en sus mecánicas son bien conocidos y, en pocas palabras, todos sabemos que va de mal en peor. Los cambios impuestos por Elon Musk (cuya figura prefiero no debatir), esconden intereses políticos y han transformado Twitter en lo que ahora es «X». Esta nueva versión de la plataforma parece diseñada para fomentar y amplificar las reacciones más básicas y viscerales, especialmente entre aquellos alineados con las corrientes políticas más extremas.

Me cuestiono la permanencia en esta red social… ¿Tiene alguna utilidad? ¿Obtenemos algo positivo? ¿Por qué regresamos? Aquí van algunas ideas.

Nadie te está leyendo

Con los últimos cambios algorítmicos y la introducción del modelo de suscripción, tus publicaciones ya no tienen ningún alcance, tampoco entre tus seguidores. En los muros se prioriza el contenido procedente de cuentas premium y, tras este contenido, el algoritmo dará paso prioritario al contenido viral, que es aquel que ha demostrado ser efectivo en la retención de la audiencia y la generación de interacciones. Luego tenemos la publicidad, base del sistema económico, y que evidentemente debe ocupar un lugar importante. Finalmente llega el turno de ubicar tu contenido, que con suerte aparecerá durante algunos segundos, y posiblemente será obviado por la mayoría de tus seguidores.

Por delante de tu contenido se priorizarán los memes graciosos, los mensajes de algún famoso, o incluso contenido interesante procedente de cuentas con cierta reputación. Verás algunos anuncios de criptomonedas, aplicaciones de fondos de inversión, anuncios de Temu y, finalmente, se dará prioridad a todo lo que genera interacción: contenido racista, machista, discurso de odio, desinformación y un sinfín de demostraciones de la necedad humana.

Tus intentos de publicar algo interesante, sosegado, reflexivo y útil, e impactar sobre tus seguidores… carecen de sentido. Tu mismo lo has notado, y lo sabes: hace meses que no hay «retuits», los «likes» han caído a mínimos históricos, nadie deja ningún comentario, y solo algún «troll» con ganas de discutir comenta en tus publicaciones. No eres tu, ni tampoco tus seguidores, es el algoritmo y el sistema de priorización del contenido. No es que la gente te ignore, es que tu contenido no se está mostrando. Nadie te ve.

La prioridad es el desorden y el caos

La priorización de contenidos mediante mecanismos algorítmicos tiene un trasfondo monetario: se intenta retener al usuario el mayor tiempo posible dentro de la plataforma, incrementando así el volumen de anuncios al que se ve expuesto. No importa cómo se logre este objetivo: hay que mostrar anuncios. En este esquema, el sensacionalismo ha demostrado ser un imán de atención. Por esta razón proliferan ciertos discursos y mensajes en la plataforma: atraen la atención y generan beneficios.

Pero hay algo más «perverso» en todo esto: la mecánica de priorización de contenido imposibilita articular un debate público plural y abierto dentro de X. Al mezclar el contenido valioso con la basura, se diluye la intensidad del debate público y se debilita la construcción de un relato. El público se distrae mientras los argumentos procedentes de cuentas premium obtienen una mayor visibilidad, por lo que no existe equilibrio alguno en la conversación global.

En este contexto resulta muy complejo para los usuarios de X elaborar un relato conjunto: no hay margen para la discusión, y algunas opiniones valiosas son silenciadas. El escenario es especialmente favorable para que prolifere la desinformación, y ciertas opciones políticas obtienen beneficios de esta mecánica. Con la compra de X, Elon Musk ha logrado destruir un espacio de dialogo, llevarlo a su terreno y ensuciar el debate público hasta anular cualquier posibilidad de crear un argumento colectivo. En resumen: ha destruido un espacio en el que muchas personas podían obtener argumentos de voto, estar informados y tomar decisiones.

¿Por qué seguimos en Twitter?

Me pregunto por qué seguimos en esta plataforma, y cuál es el beneficio mutuo que obtenemos. Elon necesita que los usuarios sigan «pululando» por la plataforma, consumiendo contenido y visualizando anuncios. Es la base de su sistema económico. Pero… ¿Qué obtenemos nosotros? ¿Nos hace mejores en algo? ¿Contribuye en nuestro día a día? ¿Es X un espacio donde descubrir, conocer, crecer y ser mejores?

¿Sería posible articular un movimiento como el 15M en X? ¿Podría esta plataforma servir de canal para organizar algo tan trascendental como las primaveras árabes? Estas preguntas no son meras reflexiones teóricas, sino una evaluación crítica de lo que ha quedado del espacio que antes ocupaba Twitter. La respuesta, lamentablemente, parece ser un rotundo no. X, en su estado actual, ya no es una herramienta para el discurso democrático ni un espacio donde los movimientos sociales puedan florecer con la misma fuerza y cohesión que en el pasado.

¿Es X un espacio que contribuya a nuestra sociedad, nos haga mejores, más informados o más conectados? Es difícil sostener que lo sea. En lugar de ser un lugar para el intercambio de ideas y la construcción de narrativas colectivas, X se ha convertido en un entorno que prioriza la confusión, la desinformación, y la amplificación de los discursos más polarizantes. El algoritmo, que antes podía ayudar a viralizar causas sociales justas y movimientos democráticos, ahora parece diseñado para socavar cualquier intento de organización que no encaje con los intereses del propietario.

Entonces, ¿por qué seguimos en esta plataforma? La respuesta a esta pregunta debe llevarnos a una reflexión profunda sobre nuestra relación con las redes sociales y el impacto que estas tienen en nuestras vidas y en la sociedad en general. Mantenernos en X tal vez signifique aceptar, consciente o inconscientemente, un entorno tóxico que no nos ofrece nada positivo a cambio. Quizás sea el momento de replantearnos nuestra permanencia y buscar alternativas que realmente contribuyan a un debate público sano y constructivo.

En conclusión, X ya no es lo que era Twitter, y aferrarnos a la esperanza de que vuelva a serlo es en vano. Las dinámicas han cambiado radicalmente, y es evidente que la plataforma ya no cumple la función social que una vez tuvo. Si de verdad valoramos la posibilidad de articular movimientos sociales, de contribuir al discurso democrático y de interactuar en un entorno que promueva el respeto y la pluralidad, debemos cuestionar seriamente nuestra permanencia en X.



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