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El viraje de los jóvenes hacia opciones políticas de extrema derecha es una tendencia preocupante y transversal en todos los países de la Unión Europea (Mieriņa & Koroļeva, 2015; Zagórski et al., 2021). Pero el fenómeno no tiene nada de peculiar ni especial si se analiza como una respuesta a la incapacidad e inacción política.

El futuro no existe

La diferencia sustancial entre los jóvenes de ahora y los de antes, es que ahora resulta imposible imaginar el futuro. La catástrofe climática, las guerras por el control de los recursos, la escasez de agua y la crisis económica permanente en la que vivimos inmersos han dejado de ser hipótesis o escenarios futuros. Estas problemáticas no ponen en duda la continuidad del sistema económico, tampoco el modelo político, sino nuestra propia supervivencia. En el escenario actual resulta difícil imaginar una vida más allá del «ahora», y el futuro resulta incierto. Se acabaron las ensoñaciones futuristas de una humanidad volcada en la exploración espacial, los avances técnicos y el conocimiento. Han desaparecido las utopías de progreso donde evolucionamos y trascendemos nuestras diferencias políticas y limitaciones sociales. Ahora, para nuestro futuro, nos conformamos con seguir vivos y no morir de inanición entre la inmundicia de un mundo contaminado y sediento. Uno de mis pasatiempos favoritos consiste en desgranar qué distopía postapocalíptica sería la más conveniente: ¿Mad Max o Fallout?

Ante este panorama los jóvenes están desorientados. No existe una dirección clara hacia la que avanzar y, como consecuencia, resulta imposible construir un proyecto vital. Los jóvenes heredan un mundo que se encuentra aparentemente en fase terminal, al borde del colapso. El lejano horizonte del cambio climático trazado por la ciencia se materializa frente a nosotros, implacable y a una velocidad mayor de la prevista. ¿Qué será del mundo en 10, 30 o 50 años? Creer que seguirá siendo lo mismo es la entelequia quimérica que nos ha llevado hasta el punto de colapso actual.

El fracaso político

En este escenario la democracia se ha diluido hasta ser una performance. Votamos, celebramos debates, sostenemos un parlamento y una estructura política, tomamos decisiones, se aprueban y derogan leyes. En las socialdemocracias europeas incluso se logran avances sociales interesantes. Pero, pese a todo, no se modifica el rumbo de aquello que es sustancial: la política no ha sido incapaz de orientar el timón y poner límites a un sistema económico basado en la depredación de los recursos y la fábula del crecimiento ilimitado. La alternancia política tampoco produce cambios, porque se han diluido las fronteras que separan el eje izquierda-derecha. Desde ambos extremos, y hacia el centro, retumba el capitalismo neoliberal como único sistema viable. 

La imposibilidad de acceder a una vivienda, la precariedad laboral, los trastornos mentales, el abuso, la inflación, el desempleo, la inseguridad, la degradación de los servicios públicos (sanidad, educación, etc). Estas son problemáticas que surgen del capitalismo neoliberal, de la falta de regulación y límites de un sistema económico sin moral ni ética, que deshumaniza el ser humano para exprimir su rendimiento. Estos son problemas que afectan tanto a países con gobiernos de derechas, como de izquierdas. Bajo mi punto de vista, lo que empuja a los jóvenes a opciones políticas antisistema y valores antidemocráticos no son los problemas «en si mismos», sinó la incapacidad de la política y la democracia de dar una respuesta contundente y creíble a estos, la imposibilidad de poner límites y sobreponer de una forma real (y no estética) el bien común y el bienestar de los ciudadanos por delante de la acumulación del capital.

A los ojos de los jóvenes la política y la democracia han fracasado. Pese a nuestro voto, pese a la protesta, pese a la evidencia científica, pese a todo. Porque se ha demostrado (una y mil veces) que los intereses económicos siempre son el cáliz sagrado a preservar, aunque ello signifique nuestra propia destrucción. Sigue siendo más fácil imaginar el fin del mundo, que el fin del capitalismo (Jameson/Žižek). De hecho, el capitalismo siempre ha tenido la capacidad de beneficiarse de la catástrofe (Berardi, 2017). Se vota, se debate y se aprueban leyes… pero esto no sirve para nada. ¿Qué mensaje se está trasladando a los jóvenes? La democracia como acto de autodominio colectivo está muerta en un contexto donde el capitalismo neoliberal es el protagonista. Se impone, como indica Fisher (2016) un “realismo capitalista”, no solo como el único sistema económico posible y viable, sino también como el único que podemos imaginar. 

Protestar no sirve para nada

Frente a esto solo queda el enfado. Pero los jóvenes han abandonado las vías del activismo y la protesta como motor para el cambio. Estas formas de movilización social han demostrado ser totalmente inútiles e incapaces de virar el timón de la política en lo substancial (generar un cambio de modelo). Las manifestaciones son olvidadas con el paso de los días, arrastradas al olvido por un torrente informativo que nos inunda a cada instante. Las grandes protestas, como el 15M en España, que en algún momento pudo parecer que podían articular una palanca para el cambio, son maquiavélicamente absorbidas por el sistema mediante nuevas formaciones políticas, que con el paso de los años se convierten en parte indistinguible de la maquinaria del estado. La protesta únicamente obtiene silencio como respuesta, la indiferencia. 

Todo esto sin olvidar, claro está, que la protesta entre los más jóvenes se produce de forma casi anecdótica, en el mejor y más optimista de los escenarios del pensamiento crítico. Los jóvenes sufren la hiperfragmentación social que generan las redes sociales y las plataformas. Se les encierra en espacios ideológicos desconectados de la esfera pública, y se les niega la capacidad de articular un razonamiento político común (Hang, 2022). No existe, entre lo jóvenes, un marco de referencia común, una realidad compartida. En resumen: viven aislados los unos de los otros, alejados del debate público, y son usados únicamente como cuerpos inertes con capacidad de consumo: clientes, espectadores o mercancía en el esquema de la economía de la atención (Franck, 2019). 

La protesta es ignorada… pero ¿Para qué sirve protestar? Manifestarse en las calles no ha cambiado ni cambiará el rumbo de colisión. El acto de manifestarse se ha convertido, como tantas otras cosas, en un producto, en una impostura, en una foto para Instagram: la protesta es una “batucada” para calmar la conciencia de quienes se asoman al abismo.

Nihilismo inconsciente

Los jóvenes han tomado consciencia de su impotencia frente a una democracia degenerada que únicamente existe para satisfacer y servir a un sistema económico. La falta de una propuesta política clara, ya sea de izquierda o derecha, con capacidad para generar un cambio y poner fin a esta huida esquizofrénica de la realidad, empuja a los jóvenes a votar opciones políticas absurdas, como las que propone la extrema derecha, o Donald Trump. No optan por la extrema izquierda, porque tal cosa no existe. 

Si, sostengo que los jóvenes votan de forma nihilista y autodestructiva, aunque no sean conscientes de ello. Votan con la esperanza de crear una brecha en el sistema político, que una opción antsistema capitaneada por algún loco con nada que perder alcance el poder, y que ello conduzca a un momento de singularidad y catarsis lo suficientemente grande como para subvertir completamente el orden actual de las cosas. Se trata, en definitiva, de una suerte de aceleracionismo inconsciente donde se busca estrellar la locomotora contra el muro. ¿Qué otra cosa pueden hacer? ¿Qué alternativa tienen? ¿Qué otro futuro les espera?

Referencias

Berardi, F. (2017). El aceleracionismo cuestionado desde el punto de vista del cuerpo. A. Avanessian y M. Reis (Comps.), Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo, 69-76.

Fisher, M. (2016). REALISMO CAPITALISTA: ¿No hay alternativa? Caja Negra.

Franck, G. (2019). The economy of attention. Journal of Sociology, 55(1), 8-19. https://doi.org/10.1177/1440783318811778

Hang, B.-C. (2022). Infocracia. Taurus. Madrid.

Mieriņa, I., & Koroļeva, I. (2015). Support for far right ideology and anti-migrant attitudes among youth in Europe: A comparative analysis. The Sociological Review, 63(S2), 183-205. https://doi.org/10.1111/1467-954X.12268

Zagórski, P., Rama, J., & Cordero, G. (2021). Young and Temporary: Youth Employment Insecurity and Support for Right-Wing Populist Parties in Europe. Government and Opposition, 56(3), 405-426. https://doi.org/10.1017/gov.2019.28



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